MANIQUÍ.
Texto y Fotografía: Luis Fernando de Julián.
Vicente, hombre raído y
desgajado que ronda los cuarenta años, lleva sobre su espalda un maniquí cubierto
de capas de ropa oscura, con sombrero bien calado y gabardina que cuelga. El
maniquí pesa tanto como grotesco es en su expresión. Vicente, ataviado con su
pijama, atraviesa el espacio y el tiempo mientras habla con la carga que porta.
En el fondo del escenario, una televisión apagada. Tal vez la fuente de luz
vaya cambiando de lugar y con ello cree un espacio indefinible, dinámico y
confuso que no acertamos a nombrar ni situar.
VICENTE-
Me despierto sobresaltado con los ojos clavados en el techo y el aliento
perdido en la oscuridad. En ese momento los segundos se dilatan y dan la vuelta sobre sí mismos.
Tengo los ojos abiertos pero no veo nada, sólo siento. Siento que sobre mi cama
hay un vórtice espacial, algo que me conecta y desconecta al mismo tiempo.
Entonces vienes y me consuelas. Un
abrazo y un susurro entrecortado al oído. Tranquilo, no es nada. Nada
importante. Tranquilo… Después me traes mis zapatillas de estar por casa y nos
vamos a la cocina. Allí me sirves un trago. Entonces el tiempo… el tiempo…
¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿Cuánto desde que abrí los ojos hasta que he llegado
a la cocina? ¿Minutos? ¿Horas? Ni siquiera recuerdo haber cruzado el pasillo.
No soy consciente…
(El actor maneja el maniquí para que
éste saque de uno de sus bolsillos las zapatillas de Vicente y se las ofrezca.
Vicente las ignora y sigue andando despacio por el escenario.)
A
más tiempo más profundidad. .. Tortura sempiterna que me atormenta a cada
bocanada de aire... Como un pez tendido en la arena… El aire y el sol están
secando mi cuerpo… Y yo ahí… Aquí. Inmóvil. Las espinas de mi cuerpo empiezan a
clavarse desde dentro y mis torpes manos
no alcanzan a sacarlas... ¿Por qué no puedo soñar con… con…? Ya no sueño. ¿Te
lo he contado? ¿No? Pues no sueño. ¿Por
qué no puedo soñar? (Pausa.) No te
llamo, pero tú vienes. Como si no existiese intención alguna dejas tu mano en
mi hombro, dejas tus dedos jugando con mi pelo y dejas esas palabras en mis
oídos. Esas que me adormecen. Tranquilo, no es nada. Tranquilo Estás aunque no estés. Estás siempre y en
todos los sitios. Estás. Bajo mi ropa. No, más profundo. Bajo mi piel. ¿Y yo?
¿Estoy yo? ¿Y tú? ¿Quiero que estés tú? (Vicente
se detiene.)
(El actor maneja el maniquí para que
éste saque de su bolsillo una botella de
alcohol y se la ofrezca. Vicente la ignora y sigue.)
Tiempo
de barbecho. Años de nada a un lado y nada al otro. Nada al frente y todo
detrás. (Pausa.) Es curioso que uno cierre
los ojos para dormir y la primera imagen que le venga a la cabeza es tener los ojos abiertos. ¿Qué significa eso?
¿El fin? ¿La tregua? ¿Tal vez el bucle del tiempo falla? ¿En algún momento he cerrado
los ojos? ¿Los he llegado a abrir? (Silencio.)
Una mente despejada en una noche infinita sin sobresaltos... Ya no recuerdo qué
es eso… Tal vez todas las imágenes de mi cerebro se han pintado de gris, y las
que ya eran grises se han pintado de un negro denso e invisible…
(El actor vuelve a accionar el maniquí
para que meta una mano en su bolsillo y saque un montón de pastillas que ofrece
a Vicente quien las rechaza. Pausa. Vicente da una desorientada vuelta sobre sí
mismo.)
¿Por dónde?
Todo me parece oscuro. Esta casa.
Negra. Sin luz. No tiene rincones porque las fauces del lobo tampoco tienen.
Esta casa lo engulle todo. (Pausa.) A
veces oigo voces de niños…
(Se escuchan unas risas de niño. Vicente
gira a un lado y al otro rápidamente buscando con la mirada la fuente de los
sonidos.)
Niños
pequeños que juegan por la casa. Juegan a esconderse y yo debo buscarlos… ¿Los
busco? (Las risas cesan. Silencio.)
Creo que no podré encontrarlos… ¿Crees que esas voces son recuerdos? No, tú no
crees nada… ¿Por qué te pregunto? ¿Por qué te pregunto todo? Ni siquiera
recuerdo cuándo empecé a preguntarte… Es como si siempre hubieses estado
ahí para indicarme todo… ¿Cómo has
conseguido que no sepa dar un paso sin tu consentimiento?
(Vuelven a escucharse las
risas de niños, esta vez acompañadas por una risa dulce de mujer adulta.)
Risas...
¡Risas!
(El actor acciona el maniquí
para que tape con sus manos los oídos de Vicente.)
Es
inútil que tapes mis oídos, puedo sentirlos. No os veo pero estáis ahí. ¿Dónde?
¡¿Dónde estáis?!
(Vicente da vueltas sobre sí
mismo buscando. Las manos del maniquí alternan en tapar los oídos y ojos de
Vicente. Las risas cesan. Vicente se detiene, deja de dar vueltas y se muestra
afligido. Silencio.)
¿Cómo
lo haces? ¿Cómo consigues que no les escuche ni les vea cuando sé y siento que
están ahí…?
(El actor acciona el maniquí
y éste le introduce una pastilla en la boca a Vicente y le da a beber de la
botella de alcohol.)
¡No
quiero! (Escupe la pastilla y el poco
alcohol que ha entrado en su boca.) No quiero más pastillas, ni más
alcohol… No quiero más. Quiero salir de esta casa. ¿Por dónde?
(El actor acciona al maniquí
y éste se encoge de hombros, mira a un lado y a otro y elige una dirección al
azar que señala con ímpetu. Vicente no se mueve del sitio.)
¿Por
ahí? ¿Cómo sabes que es por ahí? Jamás me has llevado a ningún sitio. Sólo te
veo en mi habitación y en la cocina. ¿Cómo puedo confiar en que sepas el
camino?
(El actor acciona el maniquí
para que le de unos pequeños golpes en el hombro animándole a que se mueva en la
dirección indicada, pero Vicente sigue inmóvil.)
Antes
salía todos los días… Antes tenía… Tenía un trabajo, ¡lo recuerdo! Un trabajo.
¿Por qué no tengo trabajo? ¿Podríamos salir a buscar uno?
(El
actor acciona al maniquí para que le diga algo al oído.)
¿Por
qué dices eso? ¿Cómo sabes que no me quieren contratar? ¿Cuándo has hablado con
ellos?
(El actor acciona el maniquí
para que saque un mando a distancia y encienda la televisión del fondo del
escenario. Se televisa, sin sonido, un partido de fútbol.)
¡No
quiero ver eso!
(El maniquí cambia de canal
y localiza la emisión de una película o documental de contenido bélico.)
¡Eso
tampoco!
(El maniquí cambia una vez
más de canal. Televisan productos de compra telefónica desde casa.)
¡No
quiero ver nada! (Da un fuerte manotazo
que arranca el mando de las manos del maniquí. La televisión se queda encendida
pero en pausa.) ¡Quiero salir! ¿Por dónde? ¡¿Por dónde?!
(Vicente da pasos indecisos.
A un lado, al otro y vuelve a girar sobre sí mismo. Pausa. Vicente jadea de
cansancio y desesperación.)
La
ropa… No tengo la ropa puesta… La ropa para salir a la calle. Estoy con este
pijama día y noche. ¿Dónde está mi ropa? Estaba sobre la cómoda… Pero tú me
dices cada día que la guarde… Y yo la guardo sumiso. (Pausa.) ¿Quién la pone sobre la cómoda? ¿Quién la dobla con sumo
cuidado y la deja allí para que yo la vea? ¿Quién espera que yo me la ponga?
¿No contestas? (Silencio.) Tenía
trabajo… Y una mujer que me cuidaba… Y unos hijos que se escondían por la casa…
Y su madre y yo jugábamos a buscarlos…
(Vicente elige una dirección y comienza
a andar de nuevo. Está agotado y cada paso le cuesta un sobreesfuerzo.)
Aquel
tiempo. Aquellos años. ¿Fueron muchos? ¿Cuántos comparados con estos? Me
parecen pocos… O tal vez estos me parecen muchos… Aquellos años. Tanta vida me dejó
grabados en el corazón detalles que se han desdibujado con tu presencia pero
que ahora empiezan a afinarse y aumentar
de tamaño. Rostros alegres y sin miedo alguno preciso. Ganas de dar todo y no recibir
nada más que una sonrisa sincera. Mi rostro
marcado por un mentón que apuntaba al mañana, unos ojos cargados de ideas y unas mejillas limpias
de tristeza. Y una boca… Una boca que dejaba salir la voz en
todas las direcciones. Mi voz. Esa que abría puertas y que creaba otras donde
no las había. Mi voz… La que perdí… La que tú me robaste.
(El actor acciona el maniquí para que le
tire de un brazo e indique que cambie de dirección. Vicente da dos pasos en la
dirección indicada y se para.)
Ahora
me he convertido en un hombre adulto. He llegado al puerto de los cuarenta años.
Pero este puerto no es firme… ni sereno. … ni feliz… (Pausa
larga.) Hasta hoy.
(Vicente gira y reanuda el camino que eligió anteriormente en
dirección contraria.)
Nunca
me preguntas. Siempre me dices qué hacer. Tú lo controlas todo y yo no controlo
ni la nada. Nunca, siempre, todo y nada. Esas palabras han penetrado en mí como
penetra el aire que respiro… el aire que sale de tu boca… tu aliento que
penetra en el mío y sujeta mi cuerpo con un hilo… como el hilo que sujeta a la
marioneta y la hace bailar sin conciencia… No me preguntas, no quieres saber.
Yo quiero saber. Quiero entender. Entenderme a mí mismo. Quiero alguien que me
ayude…
(El actor acciona el maniquí para que haga
fuerza y contrapeso hacia el lado contrario.)
No,
no y ¡no! Ahora escucho las imágenes, los recueros, las cosas que estaban antes
de que tú llegases. La nitidez es total y se cuela en mis tímpanos clara como
la mañana. ¿Sabes qué me dicen? ¿Sabes qué me piden mis recuerdos? ¡Que te
mande callar! ¡Que me deshaga de ti! ¡Que te abandone! ¿Dónde? Aquí mismo. No
soy yo quien tiene que salir de su casa… Eres tú quien no tiene que estar aquí…
Este es tu momento. Y el mío también. Es nuestro momento… En el que nos
separamos…
(Vicente intenta bajar con
esfuerzo el maniquí de su espalda y éste parece resistirse. Forcejean y el
maniquí acaba precipitándose y estrellándose contra el suelo. Pausa. Vicente se
acerca despacio y seguro hasta el maniquí.)
Márchate. Aquí ha terminado
el camino para ti. Tú, maniquí. Tú, hombre de cartón piedra. Tú, mancha borrosa
y desdibujada. Tú, que has pretendido ser yo. Márchate. (Pausa.) Tú, mi depresión… MI DEPRESIÓN. (Pausa.) Ya te has ido.
ABRUPTO OSCURO FINAL.
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