sábado, 13 de febrero de 2016

MANIQUÍ (Monólogo breve)

MANIQUÍ.

Texto y Fotografía: Luis Fernando de Julián.

Vicente, hombre raído y desgajado que ronda los cuarenta años, lleva sobre su espalda un maniquí cubierto de capas de ropa oscura, con sombrero bien calado y gabardina que cuelga. El maniquí pesa tanto como grotesco es en su expresión. Vicente, ataviado con su pijama, atraviesa el espacio y el tiempo mientras habla con la carga que porta. En el fondo del escenario, una televisión apagada. Tal vez la fuente de luz vaya cambiando de lugar y con ello cree un espacio indefinible, dinámico y confuso que no acertamos a nombrar ni situar.

VICENTE- Me despierto sobresaltado con los ojos clavados en el techo y el aliento perdido en la oscuridad. En ese momento los segundos  se dilatan y dan la vuelta sobre sí mismos. Tengo los ojos abiertos pero no veo nada, sólo siento. Siento que sobre mi cama hay un vórtice espacial, algo que me conecta y desconecta al mismo tiempo. Entonces vienes  y me consuelas. Un abrazo y un susurro entrecortado al oído. Tranquilo, no es nada. Nada importante. Tranquilo… Después me traes mis zapatillas de estar por casa y nos vamos a la cocina. Allí me sirves un trago. Entonces el tiempo… el tiempo… ¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿Cuánto desde que abrí los ojos hasta que he llegado a la cocina? ¿Minutos? ¿Horas? Ni siquiera recuerdo haber cruzado el pasillo. No soy consciente…

(El actor maneja el maniquí para que éste saque de uno de sus bolsillos las zapatillas de Vicente y se las ofrezca. Vicente las ignora y sigue andando despacio por el escenario.)

A más tiempo más profundidad. .. Tortura sempiterna que me atormenta a cada bocanada de aire... Como un pez tendido en la arena… El aire y el sol están secando mi cuerpo… Y yo ahí… Aquí. Inmóvil. Las espinas de mi cuerpo empiezan a clavarse desde dentro  y mis torpes manos no alcanzan a sacarlas... ¿Por qué no puedo soñar con… con…? Ya no sueño. ¿Te lo he contado? ¿No? Pues no sueño.  ¿Por qué no puedo soñar? (Pausa.) No te llamo, pero tú vienes. Como si no existiese intención alguna dejas tu mano en mi hombro, dejas tus dedos jugando con mi pelo y dejas esas palabras en mis oídos. Esas que me adormecen. Tranquilo, no es nada. Tranquilo  Estás aunque no estés. Estás siempre y en todos los sitios. Estás. Bajo mi ropa. No, más profundo. Bajo mi piel. ¿Y yo? ¿Estoy yo? ¿Y tú? ¿Quiero que estés tú? (Vicente se detiene.)

(El actor maneja el maniquí para que éste  saque de su bolsillo una botella de alcohol y se la ofrezca. Vicente la ignora y sigue.)

Tiempo de barbecho. Años de nada a un lado y nada al otro. Nada al frente y todo detrás. (Pausa.) Es curioso que uno cierre los ojos para dormir y la primera imagen que le venga a la cabeza es  tener los ojos abiertos. ¿Qué significa eso? ¿El fin? ¿La tregua? ¿Tal vez el bucle del tiempo falla? ¿En algún momento he cerrado los ojos? ¿Los he llegado a abrir? (Silencio.) Una mente despejada en una noche infinita sin sobresaltos... Ya no recuerdo qué es eso… Tal vez todas las imágenes de mi cerebro se han pintado de gris, y las que ya eran grises se han pintado de un negro denso e invisible…

(El actor vuelve a accionar el maniquí para que meta una mano en su bolsillo y saque un montón de pastillas que ofrece a Vicente quien las rechaza. Pausa. Vicente da una desorientada vuelta sobre sí mismo.)

¿Por dónde?
Todo me parece oscuro. Esta casa. Negra. Sin luz. No tiene rincones porque las fauces del lobo tampoco tienen. Esta casa lo engulle todo. (Pausa.) A veces oigo voces de niños…

(Se escuchan unas risas de niño. Vicente gira a un lado y al otro rápidamente buscando con la mirada la fuente de los sonidos.)

Niños pequeños que juegan por la casa. Juegan a esconderse y yo debo buscarlos… ¿Los busco? (Las risas cesan. Silencio.) Creo que no podré encontrarlos… ¿Crees que esas voces son recuerdos? No, tú no crees nada… ¿Por qué te pregunto? ¿Por qué te pregunto todo? Ni siquiera recuerdo cuándo empecé a preguntarte… Es como si siempre hubieses estado ahí  para indicarme todo… ¿Cómo has conseguido que no sepa dar un paso sin tu consentimiento?
(Vuelven a escucharse las risas de niños, esta vez acompañadas por una risa dulce de mujer adulta.)

Risas... ¡Risas!

(El actor acciona el maniquí para que tape con sus manos los oídos de Vicente.)

Es inútil que tapes mis oídos, puedo sentirlos. No os veo pero estáis ahí. ¿Dónde? ¡¿Dónde estáis?!

(Vicente da vueltas sobre sí mismo buscando. Las manos del maniquí alternan en tapar los oídos y ojos de Vicente. Las risas cesan. Vicente se detiene, deja de dar vueltas y se muestra afligido. Silencio.)

¿Cómo lo haces? ¿Cómo consigues que no les escuche ni les vea cuando sé y siento que están ahí…?

(El actor acciona el maniquí y éste le introduce una pastilla en la boca a Vicente y le da a beber de la botella de alcohol.)

¡No quiero! (Escupe la pastilla y el poco alcohol que ha entrado en su boca.) No quiero más pastillas, ni más alcohol… No quiero más. Quiero salir de esta casa. ¿Por dónde?

(El actor acciona al maniquí y éste se encoge de hombros, mira a un lado y a otro y elige una dirección al azar que señala con ímpetu. Vicente no se mueve del sitio.)

¿Por ahí? ¿Cómo sabes que es por ahí? Jamás me has llevado a ningún sitio. Sólo te veo en mi habitación y en la cocina. ¿Cómo puedo confiar en que sepas el camino?

(El actor acciona el maniquí para que le de unos pequeños golpes en el hombro animándole a que se mueva en la dirección indicada, pero Vicente sigue inmóvil.)

Antes salía todos los días… Antes tenía… Tenía un trabajo, ¡lo recuerdo! Un trabajo. ¿Por qué no tengo trabajo? ¿Podríamos salir a buscar uno?

            (El actor acciona al maniquí para que le diga algo al oído.)

¿Por qué dices eso? ¿Cómo sabes que no me quieren contratar? ¿Cuándo has hablado con ellos?

(El actor acciona el maniquí para que saque un mando a distancia y encienda la televisión del fondo del escenario. Se televisa, sin sonido, un partido de fútbol.)

¡No quiero ver eso!

(El maniquí cambia de canal y localiza la emisión de una película o documental de contenido bélico.)

¡Eso tampoco!

(El maniquí cambia una vez más de canal. Televisan productos de compra telefónica desde casa.)

¡No quiero ver nada! (Da un fuerte manotazo que arranca el mando de las manos del maniquí. La televisión se queda encendida pero en pausa.) ¡Quiero salir! ¿Por dónde? ¡¿Por dónde?!

(Vicente da pasos indecisos. A un lado, al otro y vuelve a girar sobre sí mismo. Pausa. Vicente jadea de cansancio y desesperación.)

La ropa… No tengo la ropa puesta… La ropa para salir a la calle. Estoy con este pijama día y noche. ¿Dónde está mi ropa? Estaba sobre la cómoda… Pero tú me dices cada día que la guarde… Y yo la guardo sumiso. (Pausa.) ¿Quién la pone sobre la cómoda? ¿Quién la dobla con sumo cuidado y la deja allí para que yo la vea? ¿Quién espera que yo me la ponga? ¿No contestas? (Silencio.) Tenía trabajo… Y una mujer que me cuidaba… Y unos hijos que se escondían por la casa… Y su madre y yo jugábamos a buscarlos…

(Vicente elige una dirección y comienza a andar de nuevo. Está agotado y cada paso le cuesta un sobreesfuerzo.)

Aquel tiempo. Aquellos años. ¿Fueron muchos? ¿Cuántos comparados con estos? Me parecen pocos… O tal vez estos me parecen muchos… Aquellos años. Tanta vida me dejó grabados en el corazón detalles que se han desdibujado con tu presencia pero que ahora empiezan a  afinarse y aumentar de tamaño. Rostros alegres y sin miedo alguno preciso. Ganas de dar todo y no recibir nada más que una sonrisa sincera. Mi  rostro marcado por un mentón que apuntaba al mañana,  unos ojos cargados de ideas y unas mejillas limpias de tristeza.  Y  una boca… Una boca que dejaba salir la voz en todas las direcciones. Mi voz. Esa que abría puertas y que creaba otras donde no las había. Mi voz… La que perdí… La que tú me robaste.

(El actor acciona el maniquí para que le tire de un brazo e indique que cambie de dirección. Vicente da dos pasos en la dirección indicada  y se para.)

Ahora me he convertido en un hombre adulto. He llegado al puerto de los cuarenta años. Pero este puerto no es  firme…  ni sereno. … ni feliz…  (Pausa larga.) Hasta hoy. 

(Vicente gira y  reanuda el camino que eligió anteriormente en dirección contraria.)

Nunca me preguntas. Siempre me dices qué hacer. Tú lo controlas todo y yo no controlo ni la nada. Nunca, siempre, todo y nada. Esas palabras han penetrado en mí como penetra el aire que respiro… el aire que sale de tu boca… tu aliento que penetra en el mío y sujeta mi cuerpo con un hilo… como el hilo que sujeta a la marioneta y la hace bailar sin conciencia… No me preguntas, no quieres saber. Yo quiero saber. Quiero entender. Entenderme a mí mismo. Quiero alguien que me ayude…

(El actor acciona el maniquí para que haga fuerza y contrapeso hacia el lado contrario.)

No, no y ¡no! Ahora escucho las imágenes, los recueros, las cosas que estaban antes de que tú llegases. La nitidez es total y se cuela en mis tímpanos clara como la mañana. ¿Sabes qué me dicen? ¿Sabes qué me piden mis recuerdos? ¡Que te mande callar! ¡Que me deshaga de ti! ¡Que te abandone! ¿Dónde? Aquí mismo. No soy yo quien tiene que salir de su casa… Eres tú quien no tiene que estar aquí… Este es tu momento. Y el mío también. Es nuestro momento… En el que nos separamos…

(Vicente intenta bajar con esfuerzo el maniquí de su espalda y éste parece resistirse. Forcejean y el maniquí acaba precipitándose y estrellándose contra el suelo. Pausa. Vicente se acerca despacio y seguro hasta el maniquí.)

Márchate. Aquí ha terminado el camino para ti. Tú, maniquí. Tú, hombre de cartón piedra. Tú, mancha borrosa y desdibujada. Tú, que has pretendido ser yo. Márchate. (Pausa.) Tú, mi depresión… MI DEPRESIÓN. (Pausa.) Ya te has ido.


            ABRUPTO OSCURO FINAL.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

CAPERUZA ROJA

 Ya está en imprenta mi álbum ilustrado juvenil "Caperuza Roja", publicado por @lapagina_48 Una historia muy diferente al cuento q...