Aquí os ofrezco el monólogo breve "¿Y tú dónde vives?" que participó ayer, viernes 3 de junio 2016, en el XXI maratón de monólogos organizado por la AAT (Asociación de Autores de Teatro) en colaboración con la fundación SGAE. El monólogo se presentó con dirección de Juana Escabias e interpretación de Laura Cepeda.
¿Y tú dónde vives?
LUIS
FERNANDO DE JULIÁN
En escena Beatriz, mujer de
cuarenta y largos años que vive en la calle entre cajas de cartón despiezado y
topos de ciudad hiperactivos. Un joven topo se para ante sus cartones para
hacer una fotografía con su cámara réflex. Beatriz le sorprende y se dirige a
él.
BEATRIZ- Deberías medir
la luz sobre el cartón. Es un cartón nuevo, lo he conseguido hace poco y aún no
está suficientemente sucio. Reflecta demasiada luz. Si la mides en la pared de
detrás la fotografía te quedará quemada en los cartones. Hazme caso. Yo pondría
125 de velocidad y 11 de diafragma. No pongas el balance de blancos en luz día,
esas nubes son muy traicioneras… déjalo en automático para después corregirlo
cuando edites. Y por supuesto, no subas más de 200 de ISO. ¿Sabes de qué te
estoy hablando verdad? (Pausa.) No sé
qué te extraña más, que entienda de fotografía o que sea una mujer joven que
vive en la calle. ¿Crees que las personas que vivimos en la calle somos
analfabetas? ¿Crees que todas las personas que viven en la calle responden al
estereotipo de hombre sesentón aderezado con barba mugrienta y cartón de vino
entre las manos? Por tu cara… ¿En serio? No has fotografiado a muchos antes… (Pausa.) ¿Vas a disparar en automático?
No te veo enfocar. Ya, sólo una prueba de luz… ¿Ahora vas a tirar las buenas?
¿Quieres que me coloque entre mis cartones? Puedo enterrarme entre ellos,
fusionar mi cuerpo con el cartón y dejar tan sólo los pies al descubierto.
Sería una foto interesante, aunque nadie se preguntaría realmente lo que
deberían preguntarse. ¿Qué? ¿No lo sabes? Déjame que te pregunte algo, ¿para
qué haces fotografías de personas que viven en la calle? (Pausa.) Perdona, no quería molestarte siendo tan directa. Supongo
que como estamos en mi casa y estás fotografiando mi intimidad... me he sentido
con licencia para preguntar lo que quisiera. ¿Sabes qué deberían preguntarse? Las
personas… Cuando vean esa fotografía que vamos a hacer en la que sólo asoman
mis pies entre los cartones… ¿Qué aspecto tiene el ser que hay debajo? ¿Si está
vivo o muerto?... ¡No! ¡Eso ni siquiera llegan a ser preguntas! ¡No pasan del
morbo común a los mortales! Estamos hablando de que llegases a encontrar una
persona, merecedora de sus tres sílabas y siete letras, entre tanto topo de
ciudad hiperactivo. Una per-so-na. ¿Sabes qué se preguntaría? ¿No? (Pausa.) ¿Por qué el ser del que sólo
puedo ver sus pies, todavía humanos, ha llegado a esa situación? (Pausa.) Lo mejor es que imprimas la
foto y la lleves contigo. En algún momento te cruzarás con una persona de siete
letras y tal vez puedas entregársela. Si se formula la pregunta y le duele no
obtener la respuesta, sabrás que es la persona elegida y que además la
fotografía es buena. ¿Quieres que me coloque hacia este lado o hacia el otro? (Pausa.) ¿No sabes distinguir a los
topos de las personas? Tal vez eres más joven de lo que aparentas… en eso mis
referencias estás desajustadas… vivir a la intemperie erosiona el aspecto… Yo
dejé de mirarme en los espejos retrovisores de los coches antes de completar mi
primera semana viviendo en la calle. (Pausa.)
Sí, sí soy joven. ¿Cincuenta y cinco?
No, no esa clase de juventud. Cuarenta y siete. Mejor déjalo… Creo que voy a
colocarme hacia este lado. Espera, antes de tirar las fotos volvamos a tu
clase: cómo distinguir topos de personas. Si no estaré bajo los cartones
pensando que si no sabes distinguirlos es porque eres uno de ellos… un topo con
una cámara de fotos al cuello… Mira, los topos viven en un mundo con banda
sonora continua y ven una poesía edulcorada e incompleta. Cada cierto tiempo se
autoengañan haciéndose creer que están en conexión con el mundo que les rodea.
Se detienen de forma forzada en mitad de la calle y con ello pausan su hiperactividad, ingravidez e
intrascendencia voluntarias. Levantan la cabeza durante unas décimas de segundo
y dirigen sus ojos obturados en dirección a un árbol cualquiera del parque.
Entonces distinguen un pajarito que extiende sus alas y toma el sol para
calentarse. En ese momento incluso creen que pueden distinguir la primavera abriéndose
paso y crujiendo entre las ramas. Esbozan un apunte de sonrisa masturbadora y
siguen su camino. ¡Pero ahí no está la poesía ni la conexión! El pajarito en
cuestión está extendiendo sus alas para que el calor del sol moleste y haga
moverse a los parásitos que le devoran. Sólo cuando se mueven él tiene una
posibilidad de atraparlos con su pequeño pico sin hacerse heridas intentando
despegarlos de su carne. Eso no lo ven. Como tampoco ven al cabroncete de diez
años que apunta con su tirachinas desde la ventana al desprevenido y ocupado
pajarito para derribarlo por el simple placer sádico propio de su edad. Los
topos sólo creen distinguir pajaritos edulcorados e incompletos… luego siguen
su camino. A veces pienso que los arquitectos van a empezar a concentrar toda
su creatividad en llenar los dos primeros metros de fachada de pajaritos
tomando el sol, porque esos es lo que quieren los topos… y además nadie va a
levantar la mirada más alto… (Pausa.)
Creo que estoy empezando a divagar… ¿Hacemos la foto? ¿No? ¿Por qué? ¿Sin nadie?
No le veo sentido, creo que no formula ninguna pregunta, más bien ofrece una
respuesta a dónde vive la gente. Como quieras. (Pausa.) En esa bolsa guardo una lata de atún empezada. Y ese
cartón rectangular lo utilizo de almohada. Ese plástico lo tengo porque con el
aire se mueve y asusta a los perros, así evito que me orinen encima. (Pausa.) ¿Ya? ¿No vas a hacer fotos
desde distintos ángulos? Las has tirado todas de frente. ¿Has hecho enfoque
manual? ¿Mediste la luz? ¿Balance de blancos automático? ¿Qué valores has
puesto en cámara? ¿Y tú dónde vives? Seguro que en un apartamento con cierto aire
bohemio y de artista emergente… Podemos ir a tu casa y tomar un café mientras
seguimos charlando. (Pausa.) Oye… que
no estoy loca. Sólo quería ver tu casa igual que tú has visto la mía. (Pausa.) Adiós.
Oscuro final.
Me gusta tu texto. Lástima de que no estuve en Madrid para oírlo. ¿Se podría escribir otro con la visión del fotógrafo?
ResponderEliminarSalud: Maxi de Diego
Hola compañero. Seguro que sí se podría, e incluso podrían configurar un diálogo en paralelo. Gracias por tus palabras. Le daré una vuelta a esta idea. Un abrazo.
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