viernes, 30 de octubre de 2015

Te lo dije...

Te lo dije, conseguiré retratarte aunque me cueste el último aliento. 
Lástima que al final haya tenido que ser el tuyo…

Microtexto: Martina Sinmas. Foto: Fernando de Julián.


martes, 27 de octubre de 2015

lunes, 26 de octubre de 2015

Esto no es una mujer-Fotodiseño.

Esta imagen no es un encargo para ninguna empresa o asociación, la he realizado por una simple cuestión de compromiso social. Dicho esto, doy mi permiso como autor para que se pueda compartir, imprimir o hacer cualquier otra cosa con ella siempre que no tenga un objetivo económico o esté enmarcado en una actividad comercial. Es un regalo, haced buen uso de él.



jueves, 1 de octubre de 2015

Micromonólogo: lLévate mis luces con tu silencio.

La revista digital El Globo Sonda echa el cierre. Ha sido un orgullo y un placer participar en este proyecto. Aquí os dejo mi última colaboración, el micromonólogo "llévate mis luces con tu silencio".
http://www.elglobosonda.com/index.php?option=com_content&view=article&id=1029&catid=35

lunes, 14 de septiembre de 2015

B liberada



B se quitó los tacones y tiró su ropa.
Llegó hasta la habitación prohibida.
Entre los libros encontró cientos de cosas interesantes y olvidó una: ser como le habían dicho que tenía que ser.

martes, 18 de agosto de 2015

LA CAMISA DE LORCA


LA CAMISA DE LORCA

PREMIO CARRO DE BACO DE TEXTOS TEATRALES BREVES 2014

L. Fernando de Julián

Escena única. Sierra Nevada, Granada. Últimos estertores de una noche de luna llena antes de la madrugada del 18 de agosto de 1936. Dos chicos muy jóvenes, Antonio y Belén, están tumbados al fresco sobre una loma. Esperan algo. Belén es ciega, Antonio le va narrando.

Belén- Cuéntame otra vez cómo son las estrellas...
Antonio- Pero si ya te lo he contado mil veces... Además, hoy no hay estrellas.
Belén- ¿No hay estrellas?
Antonio- No.
Belén- ¿Por qué?
Antonio- Porque cuando la luna está llena no se ven.
Belén- Pero entonces sí están...
Antonio- No, no están.
Belén- Yo no puedo verte y sin embargo tú estás aquí conmigo ¿no?.
Antonio- Lo que tú digas...

Antonio se incorpora y se asoma desde la loma.

Antonio- ¡Ya vienen!
Belén- ¿Cuántos traen?
Antonio- Cuatro.
Belén- ¿Cómo son?
Antonio- Parecen señoritos, aunque es difícil distinguirlos.
Belén- ¿Qué hay?
Antonio- Zapatos, un par de pantalones sucios y, espera... sí, una camisa de buen
ver.
Belén- ¿Una camisa?
Antonio- Sí, no tiene botones, pero es buena.
Belén- ¿De qué color es?
Antonio- Blanca.
Belén- ¿Blanca?
Antonio- Sí. El pelotón ya está formando, hoy va rápido.

Los cuatro presos son colocados, el pelotón de fusilamiento se prepara frente a ellos.
Cabo- ¿Vuestra última voluntad?

Silencio. De los cuatro sólo Lorca se atreve a contestar.

Federico- Déjenme recitar un último poema.
Cabo- Una mierda es lo que vas a recitar tú. ¡Carguen!

Antonio- Ya están cargando. ¡Apunten!

Cabo- ¡Apunten!
Federico- (Levanta los brazos como el personaje del cuadro de Goya) ¡Una oración!
¡Una oración! ¡Déjame una última oración por favor te lo pido!
Cabo- Dirígete a mi de usted, maricón.

Pausa.

Federico- Por favor señor... déjeme usted una oración...

Pausa.

Cabo- Los rojos no rezan.
Federico- Yo no soy rojo, sino poeta señor.
Cabo- A mi no me contestes que te suelto una ostia.
Federico- La última oración, por lo que más quiera.

Belén- ¿No disparan?
Antonio- No.
Belén- ¿Qué pasa?
Antonio- No sé. El de la camisa ha levantado las manos.
Belén- ¿Y qué hace?
Antonio- Está hablando con el nacional.
Belén- ¿Y qué dice?
Antonio- Y yo que sé... ¡Si no te callas!
Belén- Déjame a mi. (Agudiza el oído)

Cabo- Además de rojo, poeta. Y ahora una oración. Esto vale la pena verlo. ¡Que
sea breve!

Pausa. Federico hace memoria.

Federico-Que todos sepan que no he muerto;
Que hay un establo de oro en mis labios;
Que soy el pequeño amigo del viento Oeste;
Que soy la sombra inmensa de mis lágrimas”.

Cabo- (El cabo se acerca a Lorca) Me la has jugado hijo puta. (Vuelve con el
pelotón). ¡Fuego!

El pelotón dispara sus fusiles. Los cuatro cuerpos caen al suelo.

Antonio- Ya está. Se acabó la función. Ahora os vais a casa y nosotros a lo nuestro.

Pausa. Antonio vuelve a tumbarse.

Antonio- ¿Qué ha dicho?

Pausa.

Belén- Un poema.
Antonio- (Ríe) Será cursi el tío (Ríe) Ese se ha meado en los pantalones (ríe). Será
cagón... (ríe)
Belén- ¡Calla!

Pausa. Antonio se asoma de nuevo.

Antonio- Ya se van. Venga, dame la mano que vamos por lo nuestro.
Belén- ¡Espera!
Antonio- ¿Qué pasa?
Belén- Al de la camisa no.
Antonio- ¿Por qué? Si tú no ves la sangre. Además eso se lava y queda como nuevo.
Belén- No es eso.
Antonio- ¿Entonces?
Belén- El de la camisa no, prométemelo.
Antonio- Tú estás loca, desperdiciar una camisa tan guapa...
Belén- ¡Te digo que no!

Pausa.

Belén- Prométemelo...
Antonio- (Pausa. Antonio se lo piensa) Va bien... ¡La camisa para el muerto! ¡Pero vamos ya!, no sea que vuelvan.
Belén- Antonio...
Antonio- ¿Qué?
Belén- Tenemos que enterrarlo.
Antonio- ¿A quién?
Belén- Al de la camisa.
Antonio- ¿Qué dices? ¿Por qué tenemos que enterrar a ese?
Belén- Porque ese hombre es un poeta.
Antonio- ¿Y a mi qué? Si ni siquiera sabes cómo se llama.
Belén- Eso da igual. Tenemos que enterrarlo
Antonio- ¡Tú estás loca, voy a enterrar yo a ese! ¡Los ciegos estáis todos locos!
Belén- Hay que enterrarlo, Antonio, pero no aquí.
Antonio- ¿Y para qué? Si se va a acabar pudriendo igualmente.
Belén- Si lo enterramos nosotros nadie lo encontrará.
Antonio- ¿Y qué ganamos con eso?
Belén- Su poesía Antonio.
Antonio- ¡Memeces de loca!
Belén- Si nadie lo encuentra su lengua siempre estará en la de todos, sus palabras en
el aire, su presencia en el horizonte... Será eterno e inmortal...
Antonio- ¡Qué montón de estupideces!
Belén- Tú sólo guíame Antonio, que yo lo arrastro.
Antonio- ¿Pero qué vas a arrastrar tú a un muerto? ¿Y dónde lo vas a llevar? ¿Eh? ¿A
tu casa?
Belén- No. Colina abajo. Cerca de las azucenas.
Antonio- ¡Qué azucenas ni que ocho cuartos! ¡Tú estas loca!
Belén- Por favor Antonio...
Antonio- ¡Que no!
Belén- Antonio, ese hombre no se puede quedar así...
Antonio- ¿Y a ti qué más te da?
Belén- No quiero que se lo coman el sol y los gusanos.
Antonio- ¿Y qué quieres, que se lo coman las flores?
Belén- Es importante Antonio.
Antonio- ¡Que no quiero!

Pausa.

Belén- Está bien, no te preocupes. Lo haré yo, aunque tenga que arrastrar los cuatro
cuerpos (Se levanta para bajar la loma)
Antonio- ¡Menuda estampa, una ciega arrastrando cuerpos en mitad de la noche!
Belén- ¿Hay alguna roca?
Antonio- Si encima te me vas a despeñar...
Belén- Dime ¿hay alguna?
Antonio- ¡Estate quieta anda! (Pausa) Está bien. Pero todo lo demás es mío... para ti
el muerto y para mi lo demás.
Belén- Puedes quedártelo todo. No quiero nada.
Antonio- ¡De perlas! Voy a tener zapatos para rato... Vamos, amárrate a mi brazo que
bajamos.
Belén- Gracias Antonio, eres un buen chico.
Antonio- A los locos no hay quien os entienda...

 Belén se coge al brazo de Antonio y bajan la loma. OSCURO FINAL.

"La camisa de Lorca", ganadora del I concurso de Textos Teatrales Breves carro de Baco se estrenó el 3 de octubre de 2014 en el Espai escènic Carro de Baco (Barcelona)  con dirección de Germán Madrid e interpretación de Mireia Ruíz, Sergi Sánchez, Pol Nubiala y Txema Serrano.

martes, 4 de agosto de 2015

27-VETUSTA

Rescato en el blog este relato que publiqué hace un tiempo en la revista literaria el Globo Sonda. Que lo disfrutéis. Con cariño para el grupo de facebook "Mucho más que letras."


27-VETUSTA
L. FERNANDO DE JULIÁN

Alejo y Piedad se despertaron a la misma hora, las rigurosas y exactas ocho de la mañana, pero en habitaciones distintas. Más de cuarenta años juntos y ahora tenían que dormir separados. Aquella situación no había llegado por capricho ni por distancias insalvables entre ellos, sino porque las normas de la residencia así lo establecían. Ambos formaban un caso de los denominados “no usual”, lo que también puede entenderse como excepcional. La mayoría de las realidades de los residentes era que, o bien un miembro de la pareja ingresara tras varios años de viudedad y trompazos con la autonomía personal siendo asistido por los servicios sociales de zona,  o bien ingresara porque los familiares habían decidido que la vida en la residencia era lo mejor. Alejo y Piedad eran la excepción, ingresaron voluntariamente el día que ellos solos se dieron cuenta que la suma de los problemas de salud propios de la edad y los problemas de memoria daban un resultado demasiado alto para sus posibilidades. Más de cuarenta años durmiendo juntos y ahora tenían que hacerlo separados.
Después de asearse oportunamente tocaba el desayuno. Alejo siempre esperaba a Piedad en las escaleras. Ella aparecía cada mañana por el fondo del pasillo de las habitaciones de las mujeres, con el pelo suelto y un perfume que era la envidia de la primavera. A Alejo le flaqueaban de continuo las piernas y más cuando el corazón se le aceleraba un poquito sólo con distinguir su figura. Como un ritual, Piedad llegó a su destino y sin decir nada Alejo le cedió el pasamanos. Ambos se miraron tiernamente.
-          ¡Somugrosa!- Le dijo con energía Alejo.
-          ¡Zorrocloco!- Le respondió Piedad.
Y juntos bajaron apoyaditos el uno en el otro los diecisiete escalones hasta la planta baja. El ascensor estaba, y sigue estando, reservado para los residentes con silla de ruedas o andadores; los demás tenían que bajar por las escaleras por tajante orden médica. Llegados al comedor se sentaron a la mesa, eso si podían hacerlo juntos, y esperaron el medido y energizante café acompañado con dos suizos. Alejo engullía mientras Piedad masticaba con seguridad.
-          ¡Lagarta!
-          ¡Mameluco!
Se levantaron al unísono con la despreocupación de quien no tiene que recoger nada y Alejo apretó el paso para sacar unos metros de distancia y esperar a Piedad a pie de las escaleras.
-          ¡Pelagatos!
-          ¡Tragaldabas! -Replicó Piedad.
Sujetos el uno en el otro subieron los omnipresentes diecisiete escalones hasta la primera planta. Superado el último:

-          ¡Pazhuata!
-          ¡Trasnucao!
La pareja tomó direcciones opuestas, cada uno hacia su habitación, con el objetivo inminente de lavarse los dientes.
Veinticinco eternos minutos, una ausencia prolongada más de lo debido, se convertían casi a diario en un aporreo enérgico e insistente en la puerta de Alejo que, abriendo con parsimonia, se encuentró el rostro serio e impaciente de Piedad clavándole la mirada. El efecto inmediato fue que las piernas le tambaleasen de nuevo. Nervioso, atropelló las sílabas:
-          ¡Fi! ¡Fi! ¡Filibs! ¡Filibustera!
-          ¡Y tú arrapiezo!
Con las prisas puestas, y sin banda sonora que sonase de fondo, navegaron el largo pasillo hasta las escaleras. Cuando arribaron Alejo cedió el pasamanos y ocupó su lugar mascullando:
-          ¡Calambuca!
Piedad vocalizó perfectamente:
-          ¡Fu-las-tre!
Bien amarraditos el uno al otro bajaron los diecisiete escalones hasta la planta baja, y allí otra vez:
-          ¡Huelegateras!
-          ¡Haragán!
Como topos que no necesitan ver el camino se adentraron en un sinfín de pasillos que les llevó hasta la sala de gimnasia de mantenimiento donde se emborracharon en cincuenta minutos con un cocktail preparado a base de ejercicios de Tai-Chi, Yoga y Pilates. Empapados en sudor salieron de la sala camino a la merecida ducha, no sin antes despacharse a gusto mutuamente:
-          ¡Petimetre!
-          ¡Fanfosquero!
Convirtiéndose en el mismísimo Sísifo, Alejo se adelantó y ocupó su bien sabido puesto al pie de la colina, también conocida como escalera que lleva a la primera planta, donde esperó a Piedad para esgrimirle con la guardia baja un:
-          ¡Ganapán!
Ataque que Piedad defendió y contratacó con un:
-          ¡Estulto!
A compás de cuatro por cuatro subieron las escaleras y se separaron camino a las duchas sin un tímido “adiós”. Una pareja fortalece sus cimientos si sabe respetar los tiempos y distancias propios. Tras la ducha; el tal vez vea aprovechó para entretenerse viendo la televisión un rato o simplemente miró por la ventana olvidando el tiempo o hizo garabatos con rostro de mujer sobre un papel reciclado. Ella, puede que le quedase tiempo para acabar un broche de fieltro o miró las fotos de una revista o se puso al día de la actualidad de la residencia en el corrillo de compañeras.
Las dos menos diez. Dicho así no parece tener mucha magnitud, pero en la rutina de una residencia este dato temporal se traduce en una algarabía de personas con hambre que bajan y se atropellan por las escaleras en dirección al comedor. Ellos estratégicamente se esperaron.
-          ¡Chirimbaina!
-          ¡Gaznápido!
Y tranquilos, porque el torrente ya ha pasado, se dejaron lle(g)ar.
Alejo engullía y Piedad masticaba con seguridad mientras se miraban a los ojos.
-          ¡Taramba! -Protestó él.
-          ¡Mastuerzo! -Alegó ella.
La salida del comedor era el mejor momento para la pareja. Las auxiliares estaban tan ocupadas recogiendo platos, metiendo prisas y frenando a los propensos a atragantarse, que el ascensor quedaba libre de vigilancia. Unos metros de paseo disimulado y con diligencia se colaron en el ascensor. Un metro y medio cuadrado de estrecha y necesitada intimidad que dura apenas unos segundos. Benditos segundos. Más de cuarenta años juntos y ahora el tiempo y el espacio eran minúsculos.
-          ¡Hasta luego lechuguina!
-          ¡Adiós mequetrefe!
Con un pequeño beso, que prolongó sin duda el que se dieron dentro del ascensor sin la mirada de nadie, se despidieron hasta después de la siesta.
Hora y media después Alejo llegó tarde y lo sabía, Piedad le había ganado la mano y le esperaba hierática junto a las escaleras. Alejo agachó la cabeza, metió el rabo entre las piernas y muy bajito suspiró:
-          ¡Cantamañanas!
-          ¡Carpetovetónico! –Proclamó bien alto Piedad.
Como un iceberg a la deriva bajaron hasta el comedor donde aún les esperaba un café con leche y magdalenas para ella y un zumo con montadito para él. Alejo engullía y Piedad masticaba con seguridad mientras, esta vez  no, se miraban a los ojos.
La merienda terminó y se produjo un silencio. Piedad increpó con la mirada pero Alejo no alcanzó a interpretar el mensaje. Piedad miró hacia la puerta del comedor, le miró a él y volvió a mirar la puerta. Alejo confundido miró el envoltorio de las magdalenas, la puerta del comedor y de nuevo el envoltorio. Piedad se desesperó y empezó a martillearle con la mirada. Alejo se buscó en la solapa de la camisa una mancha inexistente. Piedad se echó la mano a la cabeza. Alejo se refugió mirando su reloj.
-          ¡Vetusta! –Explotó Piedad- ¡Veintisiete vetusta! ¡Ve-tus-ta!
Entonces soltó un manotazo en la mesa que derribó el café, el zumo, el envoltorio y más de cuarenta años juntos.
Ante la situación de violencia desmedida, las auxiliares les hicieron levantarse y les acompañaron hasta el despacho del psicólogo.
-          ¿Qué ha sucedido?
-          Este, que se ha quedado en veintisiete. Vetusta. Vetusta. ¡Vetusta! –Espetó a Alejo que sólo pudo suspirar un exculpatorio:
-          Ainssss…
-          Bueno, no está mal. Recuerde cuando no pasábamos del nueve. –Proclamó conciliador el psicólogo.
-          Filibustera. –Apuntó Piedad.
El psicólogo prosiguió su discurso:
-          La terapia no está yendo nada mal. Hemos avanzado notablemente. Alejo, usted tiene que recordar que cada insulto se asocia con una acción o actividad concreta. No vale otro insulto, tiene que ser el insulto asociado. Piense en la actividad y el insulto le saldrá solo.
-          ¿Usted de verdad cree que esto va a funcionar? –Interrumpió Piedad- No sé, yo me siento rara…
-          ¿Rara? ¿Por qué?
-          No sé, tanto insulto… pues…
-          ¿Sí?
-          Es que… a mí… pues… ¡como que me dan ganas de acostarme con éste!
-          ¿Cómo? -Preguntó el psicólogo con las cejas arqueadas.
-          Ya sabe, de hacer el amor.
-          Bueno, si quieren podemos hablar de las relaciones sexuales en la edad madura.
-          ¡Oiga! –Replicó Piedad- ¡Que yo no necesito su sermón ni su bendición! A ver si se cree que me va usted a enseñar algo nuevo. ¡Bastase!
-          No se moleste Piedad.
-          ¡Me molesto lo que me da la gana! ¡Que yo me meto en la cama con este cuando quiera!
Alejo interrumpió ametrallando en todas direcciones:
-          ¡Somugrosa, lagarta, pelagatos, pazhuata, filibustera, calambuca, huelegateras, petimetre, ganapán, chirimbaina, taramba, lechuguina, cantamañanas, vetusta, zangolotina, mentecata y foligosa! –Tomó aire y continuó- ¡Zorrocloco, mameluco, tragaldabas, trasnucao, arrapiezo, fulastre, haragán, fanfosquero, estulto, gaznápido, mastuerzo, mequetrefe, carpetovetónico, sinsorgo, soplagaitas, alicáncano, montaraz, mostrenco, mamotreto y tróspido!
Alejo miró al psicólogo, miró a Piedad, y concluyó:
-          ¡Los míos y los tuyos! ¡Ale, vamos pa tu habitación!
Enlazados por la pasión volaron hasta la primera planta saltándose los dichosos diecisiete escalones.

martes, 21 de julio de 2015

GABRIEL, NIÑO SOLDADO

El presente monólogo breve se puso en escena en el maratón de monólogos de 2005 organizado por la AAT y se publicó en el volumen nº 12 que recoge todos los monólogos que participaron en el evento.

GABRIEL, NIÑO SOLDADO.

L. FERNANDO DE JULIÁN


En escena un joven con edad entre dieciocho y veinte años. Sus ropas están manchadas de tierra y sangre.

Gabriel- Mi nombre es Gabriel. No siempre me llamé así. Este nombre me lo pusieron después, por el arcángel. Antes de llamarme Gabriel, me llamé Diego, y antes de Diego me llame Antonio, o Alejandro, no consigo recordarlo. (Pausa)
 Recuerdo una casa, en una pequeña aldea. (Pausa) Recuerdo caer las bombas por todos lados. Aún creo oír la voz de decenas de madres mandándonos subir al monte. (Pausa) Yo no subí. Me quedé allí. Entre los cuerpos reventados de mis hermanos. (Pausa) Todos estos años me he despertado cada noche gritando a Dios para que me sacase del abrazo de aquellos cuerpos.(Pausa) Pero Dios no me sacó nunca. (Pausa) Los que sí me sacaron fueron los soldados, que jugaron a asustarme con los brazos mutilados de mis hermanos, antes de meterme en un camión.

No recuerdo aquel viaje. No recuerdo el tiempo que estuve allí. Ni siquiera recuerdo si estaba sólo. (Pausa) Recuerdo mi cara, sumergiéndose una y otra vez en un plato de sopa, mientras alguien me repetía: Die-go, Die-go, Die-go, tu te llamas Die-go. (Pausa)
Supongo que podría decirse que aquel fue mi segundo bautizo. Poco ortodoxo.

Había cientos de niños y niñas en aquel centro. Nunca conocí a nadie. Todos hacíamos lo que nos mandaban hacer. Haz lo que te mando... Haz lo que yo te mando.
Estuve un tiempo limpiando sangre. La sangre de las lenguas que ellos cortaban. Estaba prohibido hablar, estaba prohibido pronunciar una sola palabra, un solo nombre, ni siquiera una oración escondida en la noche. Nada. (Pausa)

¿Cómo te llamas pequeño? No sé qué respondí, pero seguro que no pronuncié Die-go, porque aquel hombre me partió los dientes con la culata de su fusil. No puedo imaginar cómo lo hice, pero me levanté del suelo y le escupí mis pequeños dientes de ocho años envueltos en sangre a aquel hijo de puta. (Pausa) Me volvió a golpear. (Pausa) Cuando desperté, estaba en un campamento., inconsciente sobre sacos de patatas y cebollas. Recuerdo una niña, desnuda sobre una colchoneta. Tenía las piernas arqueadas, como los muertos, de tanto forzarlas. Sus tobillos estaban atados con una soga a un poste de madera. Quise correr, pero no pude. Quise gritar, pero no supe.

Un día nos llevaron a unos cuantos a un terreno. Un soldado sacó un balón de fútbol y nos dijo que íbamos a jugar. Le dio una patada y nos mandó a buscarlo. Pero el juego decía que cada uno de nosotros tenía que hacer su propio camino. (Pausa) Entonces empezamos a andar. Apenas dimos unos pasos, uno de los chicos voló por los aires. Comprendí que no buscábamos ningún balón.

Anduve muchas veces. Anduve muchos años. Anduve selvas, lomas, desiertos, e incluso anduve sobre cadáveres sin nombre. Nunca encontré. (Pausa)

Alguien me dijo que yo era valiente, que era un gran soldado encerrado en un cuerpo de once años. Antes de que pudiese contestar, ya llevaba un fusil en el hombro.
Volví a las lomas, las selvas, los desiertos y los cadáveres; pero esta vez anduve sobre las huellas de otros.

No sé si lo soñé o fue real, pero una noche se acercó hasta mi una mujer de ojos azules y pelo dorado. Me preguntó si yo era un desaparecido. Ellos la corrieron enseguida a patadas. Mientras le golpeaban, ella no dejaba de preguntarme mi nombre. No supe contestarle.

Años después me llamé Gabriel.(Pausa)

Gabriel fue el arcángel que anunció a María el nacimiento de Jesús.
Mi trabajo era otro. Con apenas veinte años me mandaron hacer una lista de los niños disponibles en los campamentos. Por supuesto, sólo tenía que poner el nombre de aquellos disponibles para el combate; los niños destinados al divertimento de los soldados quedaban excluidos. Después me encargaron elegir nombres de aquella lista. Por eso me llaman Gabriel, porque yo anuncio la muerte. A veces, ante la escucha atenta y temblorosa de esos niños, he creído que yo mismo era la muerte.

Con el paso de los años he comprendido que sólo existe una forma de salir de aquí, añadir mi nombre a la lista.

Hoy mi cuerpo está tirado en mitad de la nada, justo ahí (señala) con la boca llena de tierra y el pecho reventado de metralla. Los cuervos se han comido mis ojos, y los gusanos empiezan a penetrar mi carne. Soy un cadáver más, cualquiera de esos (señala), un cadáver más, sin nombre, dentro de esta zanja de sangre seca y olvidada por Dios y por el hombre.

Pero ahora soy feliz. Sí, lo soy. Lo soy porque conmigo muere todo este angustioso presente. Ahora soy libre para buscar. Para buscar la vida que me robaron. Para buscar los juegos, las canciones, y los amigos que no tuve opción de disfrutar. Para buscar la delgada voz de mi madre arrullándome entre sus brazos. Para buscar las  gastadas manos de mi padre enseñándome el camino. Para buscar y compartir las risas enterradas de mis hermanos.(Pausa) Libre para buscar. (Pausa)

¿Quién sabe? Puede que incluso encuentre mi verdadero nombre.



                                                           OSCURO FINAL

martes, 16 de junio de 2015

LOS CIEGOS DE JERICÓ

El próximo lunes 22 de junio se estrena mi comedia "Los ciegos de Jericó" en el auditorio del Centro Cultural Galileo /Madrid) a las 20:00. Entrada libre hasta completas aforo. ¡Os espero!


jueves, 28 de mayo de 2015

CREADORES DE ZOMBIES (segunda parte)

Continúo con este reportaje sobre los creadores de la novela ilustrada "El legado de Chritie", y ahora sí, nos zambullimos en el proceso creativo.

Cuando llevas un rato haciéndoles fotos y preguntas al mismo tiempo, te llega una percepción nítida: El Ying y el Yang. Rápido Juapi pregunta: "¿Y yo cuál soy? Yo quiero ser la parte negra con punto blanco." No hace falta añadir más, el carácter eléctrico de Juapi se adelanta a su presentación. No por descarte, sino por elección propia, David se convierte en la parte blanca con punto negro.




Esta dualidad de caracteres es lo que marca su trabajo. Las sesiones de trabajo se dividen en dos. Las que realizan en casa de Juapi son de alto voltaje: producir, corregir, decidir, cambiar... todos los infinitivos tienen que convertirse en presentes perfectos antes de que David vuelva a su casa. Ritmo frenético, desarrollo brutal, agotamiento asegurado.

Juapi, exhausto después de un... garabato.

Las sesiones de trabajo en casa de David están más centradas en generar creatividad y reflexionar tranquilamente sobre el trabajo. De repente uno puede abrir la puerta y creer que ha llegado a un estudio de publicidad donde los creativos están desarrollando ideas aunque desde fuera parezca que están pasándolo bien. Pero de eso se trata, ¿no? ¿Quien se embarca en un proyecto creativo para sufrir? Mientras se recrean, la conversación gira en torno a mutilamientos, actos de canibalismo, violencia y todo tipo de jirones de piel humana.



Por supuesto, el ordenador y el móvil hacen mucho. Pero ver a un tipo sentado frente a la pantalla del ordenador está muy pero que muy visto. Así que durante el reportaje nos inventamos una forma nueva para mostrar cómo Juapi presenta las ilustraciones a David y entre ambos se ponen de acuerdo.



Y es que David del Portal es un escritor abierto a escuchar los comentarios y puntos de vista de sus dos socios en este proyecto. Literalmente, es capaz de absorber lo que le dices, digerirlo (reflexionarlo) y devolverte una respuesta que tome tus palabras con el mismo cuidado que las suyas. No se puede esperar menos de un escritor que encontró su vocación como katarsis y terapia ante la pérdida de un familiar muy cercano. David se observa en los espejos libre de todo hedonismo. Se busca a sí mismo atravesándolo con su mirada para caer por la madriguera de conejos y una vez llegue al fondo encontrar el material más oculto con el que crear el siguiente capítulo. Algo similar a lo que le pasa a Owen, el personaje central de la novela. (Me van mirando ustedes la ilustración de la página 22.)


Este no es el único rasgo característico de David. En igual o mayor medida se presentan la REFLEXIÓN, así con mayúsculas y el constante torrente de ideas que se acumulan en su cabeza y hay que anotar en cualquier papel.

Parece dormido, lo sé, pero es una de sus posturas preferidas para pensar.

Cualquier momento, cualquier luz, cualquier papel... es bueno para atrapar una idea.

Ambos coinciden en que el origen de esta obsesión/necesidad de escribir sobre zombies debe estar en su infancia. Ambos leían muchos comics y el paso natural en la edad adulta ha debido materializarse en escribir novelas ilustradas. Un apunte: David en su infancia se pasaba las horas sentado en el servicio leyendo todo comic o libro nuevo que conseguía. Ahora ya no...



Querida personita que lees esto, espero haber producido en ti cierto interés sobre estos dos tipos y su novela "El legado de Christie" con este pequeño reportaje desenfadado. Para cerrarlo, podría haber elegido esta foto:


Míralos, ahí guapos y sonrientes con su novela en primer plano. David Ruíz del Portal y Juapi. Casi da ganas de hacer una postal y mandarla por Navidad... Pero no, no voy a cerrar así, sino con esta otra foto:


Una foto que aparentemente no dice nada. Les vemos recogiendo todo el "pifostio" que hemos armado para hacer las fotos y parece que están a punto de darse uno de esos estúpidos coscorrones que salen en los vídeos. Ahí está el encanto. No se dan. A vuestra izquierda el iceberg con su majestuosa templanza y a vuestra derecha el volcán con su desenfreno arrollador. Dos moles creativas totalmente opuestas capaces de trabajar perfectamente compenetrados en cualquier tarea que se propongan; desde recoger libros hasta escribirlos. El Ying y el Yang, ¿no?

Fotos y texto: L. Fernando de Julián "Nani" 
Para ver más fotos mías, podéis entrar en mi página de Facebook:  https://www.facebook.com/fernandodejulianfoto?ref=bookmarks

CAPERUZA ROJA

 Ya está en imprenta mi álbum ilustrado juvenil "Caperuza Roja", publicado por @lapagina_48 Una historia muy diferente al cuento q...